“Los 14 años, MARCO y el taller de foto para niños y niñas indígenas urbanos en Mty.

Siempre la historia de la ciudad, también es nuestra memoria. En 1991 cursaba la Prepa 2, tenía 14 años y conocí MARCO. Amigos-amigas y yo “los del árbol” nos volábamos las clases para ver las exposiciones, caminar por la fuente, imaginar cosas en cualquier parte de su interior. Para nuestra edad, también de las colonias de donde procedíamos era increíble ese edificio, no nos intimidaba y era fácil llegar viniendo del Obispado. Faltar a clases no fue un acto subversivo, ni atentaba contra la educación, muy al contrario pronosticaba el futuro profesional, el interés de pensar en actos que acerquen a la comunidad, el arte y la educación. Sí, mi familia materna y paterna tiene como origen la colonia Independencia. Humildes, trabajadores y migrantes de Guanajuato y San Luis Potosí, nadie había estudiado artes, nadie había estado cerca de esta área de conocimiento, quizás por las carencias, por la época, por el desconocimiento y también el tabú.

De los 14 a 16 años entendí que había cosas que no estaban claras, ese museo no estaba en mi prepa y menos en mi colonia. También pensaba que mi gusto por el dibujo y la pintura se lo debía al IMSS, DIF y todos los cursos gratuitos a los que me llevó mi madre en su interés por “salir adelante”. A la par, pensaba que era necesario otro tipo de conocimiento, que propusiera caminar, imaginar, reflexionar, decidir desde el lugar que habitamos, la familia que tenemos. Esos días que no asistía a clases con “los del árbol” por ver pinturas, dibujar, hacer historias con ellas sin saber que significaba nada y sentir, pensar de otra manera cuando veía el paisaje de la ciudad desde el segundo piso del museo, cuestionando ¿por qué los colores, la altura, tanta geometría?, ¿por qué una paloma?

Luego, caminar por Morelos, ver mucha gente, cruzar la ciudad y tomar el ruta 17 o el 126 (porque también vivía en Santa Catarina), reflexionar y entender donde habito, que también hay pinturas, edificios, colores y alturas. Así conocí MARCO y así entendí que había otras formas de confrontar, compartir, comunicar, cuestionar, contestar a cualquier experiencia, aprendí que todo es conocimiento y que mucho debiera ser pensado para la comunidad.

Decidí que el conocimiento para mi vida eran las artes visuales y a los años he realizado investigación artística y cine documental en comunidades y con grupos vulnerables indígenas, centroamericanos, ex trabajadores de Fundidora, por mencionar algunos, y en mi querida colonia Independencia sigo, pero también soy docente de la Facultad de Artes Visuales UANL. De aquellos 14 años a la fecha mucho ha pasado en aquel museo, se abrieron programas de educación artística a niños, adolescentes y adultos de todo tipo: fotografía, dibujo, historia, que igual en algún momento llegué a tomar alguno. De igual manera se abrieron recorridos para escuelas públicas, privadas; también el famoso MARCOmóvil, sólo por mencionar algunos de los programas que proponen.

En 2014 inicié el proyecto La Práctica fotográfica en niños y adolescentes indígenas urbanos, dándole continuidad en 2016-2018. Primero de manera autogestiva, luego con un apoyo de CONARTE y luego otra vez de manera autogestiva. Este proyecto se desarrolló en Lomas de la Fama, Santa Catarina y la Eulalio Villarreal, Escobedo NL. Un par de días salíamos a tomar fotos por la colonia, otros a Chipinque, Fundidora, la Macro, pero también visitamos MARCO. No tenía programadas esas visitas (yo tan de última hora y ocurrente) pero debido al tipo de proyecto que desarrollaba no hubo problema en contactar a Jennifer Furukawa e Indira Sánchez, porque hablar del Museo también es hablar de las personas que han sumado para que pasen cosas con proyectos independientes.
Así que fuimos a ver a Tomás Saraceno y les impactó tanto, que empezaron a recolectar arañas de sus casas, hicieron fotos de arañas e insectos, pero también pensaron en la luz, porque viven en las faldas de un cerro y ese cerro brilla todas las noches con el reflejo de todas las luces. Mucho se preguntaron gracias a esa visita. Y otra vez pensaron en la luz con Lightopía y nos hicimos verdes, azules, rojos y pensamos en más fotos, en los focos de nuestras casas, de la colonia, de la casa de nuestra abuela e incluso hicimos nuestros propios diseños de luz en la ciudad.
Luego, Toujours, el museo como testigo, en donde habían muchas fotografías de las que hablamos, muchos objetos, muchas palabras, piedras y videos de todo tipo; uno en particular les hacía reír porque un hombre sostenía su grito por un largo tiempo. Mucho me preguntaron: ¿por qué las piedras?, ¿por qué grita?, ¿por qué esos objetos están aquí?, pero también mucho contestaron como el círculo de la vida, los colores, la geometría, una piedra gigante. Después llegó DreamWorks Animation y las películas los conectaron, los dibujos, el proceso, pero no tanto porque su relación con el cine no es tan próxima como lo ha sido con la naturaleza, por vivir a las faldas del cerro, porque siempre que se topan arañas recuerdan aquella visita al museo.

Sí, el Museo MARCO tiene programas educativos-sociales valiosos, tiene el MARCOmóvil, a partir de cada exposición que se presenta se realizan talleres para niños-niñas, de la cual también fuimos beneficiarios. MARCO hace muchas cosas por la comunidad de manera institucional, pero también las ha hecho de manera personal con su servidora, con los niños- niñas que asistieron en este taller de foto, con los estudiantes que les han dado recorrido sólo por ser mis estudiantes; con las charlas gratuitas de artistas, curadores, maestros a las que he asistido desde estudiante hasta hoy; o con el proyecto que fui invitada Turbinegeneration, entrelazando mundos con el arte, Tate Gallery, Londres en colaboración con Salvador Díaz, Samuel Cepeda, Rocío Cárdenas en aquel 2012, o el último encuentro que tuvimos e intercambiamos material de videofoto de la charla de Abraham Cruzvillegas en 2018. Sí, una relación institucional y, a la par, una relación también de colegas, de afecto, de demanda, de apoyo. Esas visitas al Museo con los niños-niñas indígenas urbanos deben ser prioridad, de urgencia para los proyectos que realizo, que se realizan en la ciudad y casi siempre son independientesautogestivos, y son estas experiencias las que resignifican lo cotidiano, la familia, la escuela, la ciudad y, también, la clase de fotografía. Comunican, confrontan, reconstruyen el sentido, el lenguaje, porque todo es conocimiento y porque la experiencia del museo -reitero- genera otras relaciones con lo anterior, y porque ya no es aquel “museo”, ni aquellas piezas sólo para contemplar, ni es aquel Monterrey de los 90’s. Hoy todo debe ser diferente-diverso, en el campo de las artes visuales, en la educación, en la comunidad.

Sí, quizás es esta ciudad la que tiene un desborde urbano en horizontal pero también ya en vertical, tendríamos que tener 5 museos más con este perfil para poder sostener esta demanda, por eso es importante que MARCO no cierre programas, no cierre sus puertas y que sigan las mismas personas trabajando, y que haya más con el mismo perfil, con la misma línea sobre educación, arte y comunidad que han desarrollado con los años.

Igualmente deseo que muchas nuevas generaciones también se vuelen clases para ir a MARCO, porque siempre será el mejor acto rebelde, porque las experiencias de la niñezadolescencia suman identidad, afinidad, afecto, pero también pronostican futuro, saberes, autorreconstrucción.

Y durante 10,680 días la paloma siempre solemne, nos ha dado la bienvenida.”

Yasodari Sánchez @yasodari

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