” Muchas memorias y aprendizajes tengo en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey, MARCO. De los primeros que recuerdo, era estudiante de secundaria y las impresiones que una visita al museo nos causó, con sus grandes salas y los ecos de su enorme arquitectura nos emocionaron. Importante insistir que la educación debe hacer hincapié en que las infancias se acerquen a estos sitios. ¿Por qué no asistir a una obra de teatro, a un concierto, a una sala de exposición?… Experiencias que enriquecen y nos permiten tener vivencias sensoriales y simbólicas abiertas y que, de cierta manera, democratizan su propio consumo. Las artes deberían ser de y para todas las personas. Cuando aquella vez recorrimos el Museo nos sentimos pequeñas, en un sentido casi Kantiano de lo sublime. Y digo “casi” pues justamente el arte en muchos de sus afanes ha perseguido la naturaleza y la inalcanzable vida misma. Si en otro momento histórico esos consumos eran para unos cuantos, de “élite”, hoy día museos como MARCO buscan ampliar y diversificar los públicos, aquellas ideas elitistas deberán entonces quedar en el pasado.
En esa ocasión, por ahí de 1994 o 1995, iba con mis amigas de la secundaria, recorrimos las exposiciones y los recovecos; la tensión de las gigantescas esferas colocadas en los muros a punto de caerse, inmóviles, el murmullo de la fuente del patio central capturó nuestra atención. ¿Qué impacto tuvo el museo en nuestras vidas? Seguramente el sentido de encontrar mensajes, significados y lenguajes que no se encontraban en nuestra cotidianidad, que saltaban a nuestra vista, a nuestro oído, a todos los sentidos de una forma distinta a la de la experiencia usual. La vida misma es una experiencia, sin embargo parece que estos lugares nos “ponen a sentir”, a pensar, a preguntarnos… un sitio que abre las posibilidades del ahí y ahora, de la imaginación. A partir de ahí siempre disfruté visitar al Museo, sus cursos, talleres y demás programas. Un lugar de encuentros y discusiones con compañeras y amistades de la escuela, para conversar sobre lo que ahí ocurría y lo que sucedía también en las realidades, ficciones e incertidumbres del arte. Como estudiante de la Licenciatura en Artes Visuales también buscábamos encontrar aprendizajes ahí, salíamos de clase y nos dirigíamos a una multiplicidad de conferencias, exposiciones e inauguraciones, donde siempre éramos bienvenidas y en ocasiones observadas por algún guardia, que resguardaba el sitio. Pasábamos horas mirando y viviendo aquello que en clase se veía en los libros. Lo que nuestras maestras y maestros nos emanaban en diálogos. ¿Cuál es entonces el consumo idóneo del arte? Tal vez no lo hay, per se, actualmente se consume en muchos espacios, pero uno de ellos además de leer una revista, analizar una obra en la red o leer estudios del arte, crítica o filosofía es tener contacto con los espacios que pretenden desplegar un montaje, un sentido, una curaduría que hace “existir” las obras. Recuerdo haber interactuado con una pieza de Félix González Torres y llevarme unos posters de nubes acromáticas de su bloque “Untitled (Aparición)” a casa. Estudiar artes no era solo asistir a clases, era también participar de lo que estaba ocurriendo en la ciudad, aquello que los diversos agentes del arte estaban provocando, espacios culturales públicos y privados, centros educativos, galerías y museos. En ese sentido todos estos agentes son piezas claves para el crecimiento cultural de Nuevo León, cada uno desde su quehacer. Atesoré un catálogo de la exposición del fotógrafo Patrick Demarchelier que me había ganado en el décimo aniversario del Museo por ser visitante frecuente, dibujé sus páginas, sus desnudos… Tantas exposiciones visitadas y conversadas durante todos estos años me han permitido conocer y vivir un panorama que de otra manera habría sido imposible.
A los 21 años entré en un curso de Creación Digital Sonora impartido por Javier Lara que explotó en mí la necesidad de seguir explorando el sonido como elemento importante en mi búsqueda artística. Lo que la facultad había encaminado, el Museo me lo entregaba en experimentación y en la presentación de un proyecto audiovisual: fue la primera vez que expuse un proyecto personal en MARCO. Recuerdo estar rodeada de mis compañeros y algunos visitantes como el maestro Enrique Ruiz – tan estimado e importante para mi formación en la Facultad de Artes Visuales – que había asistido a la presentación en el auditorio del Museo. Más delante tuve la oportunidad de hacer parte de mi servicio social en MARCO, hice recorridos a infancias de escuelas públicas y privadas, ya que el Museo siempre ha procurado que haya este tipo de intercambios con la comunidad. Recuerdo que estaba montada la exposición de Rodolfo Morales y yo conversaba con esos grupos acerca de los elementos de sus pinturas, sus colores, sus símbolos. Este diverso museo nos ha brindado experiencias y encuentros tan variados como amar la obra “Mitos paganos” del mexicano Juan O’ Gorman traída en alguna exposición colectiva, o relampaguear nuestros sentidos y pensamiento con la exposición de Jenny Holzer en el año 2001 y su proyección en la fachada al exterior del Museo, como hasta hace poco, que accionó video proyecciones.
Desde hace aproximadamente once años soy docente de la Licenciatura en Artes Visuales de la UANL y desde esta otra perspectiva también tengo experiencias muy valiosas como proyectos, búsquedas y derivas que las y los estudiantes han realizado gracias al Museo. Recuerdo una visita con mis estudiantes de la clase de Últimas Tendencias del Arte, una generación que se graduó hace algunos años. Asistimos a la exposición individual del artista colombiano Oscar Muñoz debido primeramente a los ejes temáticos que abarca como la memoria, la desaparición forzada, el tiempo y la condición humana a través de múltiples técnicas y materiales. Conversando con los estudiantes mostraron interés en “Re/trato” obra de efímero rostro hecho con pinceladas de agua, presentado en una video acción. Un personaje que nunca termina de aparecer ni desaparecer, debido al calor del concreto donde está siendo constantemente presentado. Esta acción lo mantenía ahí, prevaleciendo y desapareciendo perpetuamente, la mano afanada -reflexionábamos- lo hacía volver siempre mientras se evaporaba. La pieza “Aliento” que se activaba con el vapor de nuestra boca sobre unos pequeños espejos circulares en donde aparecían los rostros no identificados de personas desaparecidas en la historia reciente de Colombia también nos movió el corazón. ¿Cómo lograr decir tanto y sin palabras en un objeto tan pequeño? Definitivamente el arte hoy en día es mucho más que una experiencia estética vivir estas exposiciones ha sido parte en nuestros procesos de sensibilización ante múltiples realidades. La justicia social y los contextos diversos se han convertido en diálogos que las exposiciones en el museo han permitido desde la óptica Latinoamericana, que a diferencia de otras latitudes más centralizadas, devela sus propias historias a través del arte y nos llega a conmover. Recuerdo haber visto años después a mi ex alumno Oscar de León, uno de los asistentes a esta exposición, trabajando en el Museo en el departamento de Servicios Educativos, qué fortuna saber que el Museo abre las puertas también a que jóvenes profesionalicen su interés en las artes desde el museo como punto de partida para accionar.
Recientemente tuvimos la oportunidad de que el Museo MARCO nos abriera sus puertas para realizar una entrevista al artista mexicano Rafael Lozano-Hemmer para los estudiantes de mi clase de Arte y Medios. Entre su conferencia magistral y el recorrido, tuvimos la oportunidad de que se pudieran vincular los contenidos de la clase y su práctica artística, para llevar más allá del aula los aprendizajes. Elaboramos una serie de preguntas y pudimos realizar esta entrevista desde el interés académico y las inquietudes del grupo.
También recuerdo con estima el tiempo en que fui Coordinadora de la Licenciatura en Artes Visuales de la UANL y pudimos también vincular varios proyectos con las y los estudiantes y el Museo MARCO como lo fue BP Art Exchange de la Tate Modern de Londres. En este proyecto las y los estudiantes trabajaron una creación a propósito de la exposición de Tomás Saraceno “Ciento sesenta y tres mil años luz”, donde durante un semestre desarrollaron sus proyectos y fueron presentados en el museo y además en una plataforma virtual en colaboración con la Tate Modern de Reino Unido. Recuerdo que expusieron Deni Ríos, Lucila Garza, Alex Gómez y Jorge Delgado. Así mismo también realizamos en colaboración con el maestro Martin Leal la muestra de proyectos “Arte, Acto y Discurso” en el Museo MARCO en donde los estudiantes tuvieron la oportunidad de mostrar sus obras por medio de un dossier. En aquella ocasión tuvimos como invitadas a la artista Mayra Silva, a la curadora e investigadora Abril Zales y al galerista Carlos Escobar, que retroalimentaron sus procesos creativos y sus obras de forma extraordinaria. Para poder realizar todo esto estuvimos en constante colaboración con Tania Martínez Báez, en aquella época Coordinadora de Programas para Preparatorias y Universidades del Museo, y Jennifer Furukawa también del departamento de Educación, que hicieron un trabajo extraordinario; es entonces importante reconocer que quienes habitan y han habitado el Museo dan vida y oxígeno a lo que se logra ahí, como Indira Sánchez, Beatriz de la Torre, Isaac Treviño, Ana Díaz Conty con quienes también he tenido contacto para colaboraciones dentro del mismo. Recientemente supe que la nueva dirección del Museo sería llevada por la curadora e investigadora cubano mexicana Taiyana Pimentel y me emocioné mucho, debido a la trayectoria tan importante que ella tiene en las artes y pensé en lo favorable que sería para el Museo tenerla en su dirección.
El presente texto ya se ha convertido para este momento en una larga carta de amor, pero me voy a permitir concluir con la experiencia académica y artística más reciente que tuve en el museo, a propósito de la extraordinaria exposición de Cardiff & Miller en 2019. Nos invitaron a Eliud Nava y a mí a dar un recorrido especializado de la exposición además de generar algunas activaciones de las piezas y así lo hicimos. En esa ocasión fuimos considerados por Tania Martínez Báez que conoce nuestra práctica artística y le pareció pertinente que pudiéramos desarrollar y proponer algo al Museo. Debo reconocer que esta exposición me apasionó tanto debido al proyecto que J. Cardiff y G. Miller desarrollan desde hace muchos años, que es la exploración del arte a partir de piezas escultóricas y donde uno de los elementos más importantes es su sonoridad y cómo esta experiencia puede convertirse también en visualidad. Debido al interés que tengo en mi obra en relación al sonido y conociendo la obra de estos artistas me apasioné al proponer varias ideas para el recorrido, como la colocación de un sello de “escucha” en referencia a los sound walks de Max Neuhaus, el uso de lámparas individuales y movimientos corporales en relación al sonido en la obra “Opera for a Small Room” y la reverberación y repetición de voces en donde utilicé un pedal de efectos de sonido para la participación del público alrededor de la pieza “The Carnie”. Para finalizar el recorrido, presenté en el Patio Central del Museo un proyecto titulado “Golpe y Voz” en colaboración con la colectiva feminista Son Combativas: una composición sonora que involucró voces y percusiones. Las y los espectadores fueron invitados a entrar en un círculo previamente demarcado con los instrumentos a utilizar. Por medio de una composición rítmica y de diversidad de voces, melodía y palabras se aludió al tema de la violencia en la contemporaneidad, haciendo hincapié desde una perspectiva de género que buscaba una poética sonora, cuyo sentido recae en la diversidad humana que representa la violencia y su contraparte; la afabilidad.
La colocación de la colectiva de mujeres se realizó de manera circular rodeando a los espectadores en un radio amplio acorde al espacio, también haciendo cierta referencia a la obra “The Forty Part Motet” de Janet Cardiff y el aprovechamiento del sonido como elemento que se expande a través del aire. Ésta, como todas las oportunidades anteriores que nos ha brindado el Museo MARCO a la comunidad artística, ha resonado en nuestra práctica y nuestra profesión. Así como nuestras voces resonaron en “Golpe y Voz” me pregunto, ¿cuántas voces y conversaciones han rociado el oído del Museo todos estos años? Ha sido y es un valiosísimo lugar de encuentros, de conocimiento y de sentido para nuestro estado y espero que sean muchas más las anécdotas y vivencias que se creen a futuro entre sus pliegues. Museo MARCO para todas y todos. “
Jeimy M. Mtz. Galavíz
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