“Año 1997
Me inscribí en un taller de escultura en el Museo MARCO, asistir fue una experiencia importante, entrar al Museo me hacía sentir sentimientos que no puedo explicar con palabras.
Desde su construcción, de la cual estuve atenta, para mí fue el acontecimiento cultural más importante, generaría un boom enorme y una gran presencia a nivel internacional que daría a la ciudad de Monterrey un nivel importante en materia de cultura.
No recuerdo la primera vez que visité el Museo, fue como viajar y planear el viaje siguiendo una ruta de los mejores museos del mundo y uno de ellos estaba en mi ciudad. En ese tiempo estaba en formación en artes (hoy mi profesión) y asistir a la clase, una cada semana, generaba en mí sensaciones inexplicables, entrar al museo me daba paz, tranquilidad y sentía en mi estómago mariposas… Así transcurrió mi curso de escultura de dos meses.
Ante el paso del tiempo, el destino juguetón me dio la oportunidad de trabajar como docente, las cosas se fueron acomodando y el año 2001 comencé a dar clases en el Museo. Por primera vez los nervios eran inmensos y la responsabilidad aún más, daría clases en uno de los museos más importantes de Latinoamérica…
Comencé con un grupo de alumnos, las clases y el taller de escultura en barro cerámico fueron tomando su cauce y los nervios fueron desapareciendo. La experiencia de trabajar en la docencia es única, aprendes de cada alumno que va con pasión y con toda la dedicación a los talleres del museo, y con muchas expectativas de qué va a pasar…
Mi experiencia duró hasta el 2005, que fui a vivir fuera de la ciudad. Pero el destino siguió su curso y de nuevo, en el 2011, se presentó la oportunidad de regresar al Museo a impartir de nuevo clases de escultura en barro cerámico.
Disfruto y me apasiona dejar en cada alumno la enseñanza de una técnica milenaria y tan noble como lo es el barro, ver sus ojos de alegría y asombro de cómo se va creando y construyendo una pieza que ellos realizaron inicialmente solo con sus manos y con los elementos que la naturaleza nos brinda: tierra, agua, aire y fuego.
Esta experiencia de asistir al Museo la comparto con mi hijo, quien desde los 4 años asiste a clases de arte para niños donde la alegría y gozo de crear es mágica.
Siempre que entro al Museo la emoción es tal que parece que es la primera vez que voy y me siguen las mariposas en mi estómago, revoloteando de sentimientos y me pregunto qué nueva experiencia me traerá hoy el Museo… Al terminar de dar las clases me he percatado que salgo con una inmensa sonrisa y me pregunto a mí misma ¿estoy sonriendo? Es una sonrisa de paz que me trasmite la experiencia del espacio, de las clases, de estar en mi museo de arte y me siento como niño en dulcería: inmensamente feliz.
El arte es la expresión máxima del ser humano trasciende tiempos y fronteras gracias museo MARCO por tanto siempre.”
Eugenia Belden @elisa_pasquel_
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