“La primera vez que entré al Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey vi las maquetas del arquitecto Teodoro González de León. Un barco atravesado por flechas que flotaba en el patio central y extensas cortinas de papel con caligrafía oriental que pendían del techo. Enloquecí con las pinturas cortadas de David Salle y los rojos encendidos de Ricardo Mazal.
Cruzas la puerta y recibes una caricia de aire acondicionado y bajo volumen que te acerca al silencio. Te sientas en las sillas frente al espejo de agua esperando que se quiebre con la salida del chorro y descubres que el choque de las ondas se aprecia mejor desde el balcón. Un tiempo ahí podías tomar café y lo servían con un par de granos tostados. El cubo naranja representa algo parecido a un templo de junto a la Catedral de Monterrey.
Un auto partido a la mitad y mesas de ping-pong para cuatro con un estanque al centro. Una escultura que peina al viento. Unos aros de parque a los que les liman la pintura. Un salón tapizado de piso a techo con rebanadas de pan. Monigotes de tela que suben y bajan en una coreografía y olas de tela que cubren el espacio. Pasadizos de telarañas y red. Asadores en forma de estrella. Retratos dibujados con agua que desaparecen. Un bebé gigante. Son cosas raras que te hacen pensar en algo más.
Todo indica que Armando Morales raspaba el óleo con una navaja. Paula Rego me deja mareado. Claudio Bravo toca el límite de la pintura y la fotografía con sus paquetes amarillos. Un zorro habla en un cuadro de Ray Smith. La sangre se seca en los vestidos de Paula Santiago. Barceló hace de la tierra materia pictórica. Un ojo perfecto de Víctor Rodríguez mira desde un lienzo circular. Jan Hendrix transforma semillas en un muro infinito. ¿Cuántas pinceladas tienen las acuarelas colosales de Los carpinteros? El pintor Luis Frías salta de un lado a otro frente a una pintura descomunal de Robert Motherwell. En una tarde de invierno Priss me toma una foto muy bonita sentado bajo una pintura de Rufino Tamayo.
Las ciudades vuelven a abrir sus museos y ocurre algo: se abren los cofres del tesoro y la gente se muestra feliz por recorrerlos otra vez. En el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey he vivido momentos únicos e inolvidables. Comparto el deseo de visitarlo nuevamente y disfrutarlo en todo su esplendor.”
David Meráz @davidmerazva
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