“Siglo XX. Grandes Maestros Mexicanos fue una serie de exposiciones que dejó huella en mi carrera como artista visual. En el 2004 yo estaba por graduarme de la Facultad de Artes Visuales cuando, la ahora curadora y difusora cultural, Rocio Cardenas nos invitó a un grupo de alumnos de la FAV a participar en un proyecto que estaba realizando el artista tamaulipeco Eduardo Garza, en conjunto con el Museo MARCO. Se trataba de un desfile para celebrar el cierre de esta serie de exposiciones que se realizaron en MARCO durante los años del 2001 y 2004, en las que se exhibieron a los grandes pintores mexicanos del siglo XX. Para mí era como un sueño ver en vivo todos esos cuadros que de niña admiraba en los libros de texto de la primaria y secundaria, disfrutaba ver las texturas, la factura de las pinceladas, los detalles que no puedes ver en una imagen de 8 x 10 cm mal impresa en papel de mala calidad de un libro de texto.
Cuando conocí a Eduardo empezamos a aprender el oficio de hacer mojigangas, oficio que él aprendió en Oaxaca de maestros artesanos y que reinventó para adecuarlo a materiales y técnicas contemporáneas. La idea era hacer estos grandes títeres que eran una representación rústica y grotesca de los personajes de estas obras maestras. A mí me tocó pintar a “Las Dos Fridas”, sus caras de papel mache eran toscas y burdas pero con toda mi habilidad logré plasmar el rostro más pintado por los aficionados del arte y me sentí muy orgullosa de ello. Le siguió la “Catrina” de Posada en un alto relieve entre otras obras y, mi favorito al final, “El Mandarín” de Julio Galán, para basarme solo me quedaban las impresiones a color en papel cubierta en una bolsita de plástico que quedó muy maltratada de todas las piezas que pinté. Esa de Julio y unas farolas eran mis favoritas, me gustaba pensar que a Julio le encantarían y que él me hubiera aceptado como su asistente. Al fin terminamos todas las mojigangas y todos los elementos para el desfile se llevaron a la bodega de MARCO. Se llegó el gran día nosotros que estábamos chavos y nos encantaba la fiesta así que nos ofrecimos para cargar las farolas, los estandartes y las mojigangas, ahí fue que por primera vez entré a las bodegas del Museo. Para mí era un laberinto secreto en el que me sentí afortunada de poder estar, rincones que no eran para el público en general. Todo el personal de Museo se porto súper bien con nosotros y nos sentíamos súper especiales, el desfile empezó en la Patio Central y fuimos saliendo por la entrada principal hasta llegar a la calle Zuazua, rodeamos por Padre Mier y regresamos a la Paloma para al final cerrar con una gran fiesta de nuevo en el Patio Central. Este proyecto para MARCO me dejo muchas anécdotas y muy buenos recuerdos.”
Adriana Zarate
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