AXIOMAS PARA LA ACCIÓN 

HABLAMOS DE  | Abril 2019

ABRIL 2019

Margarita Rodríguez 

No ha quedado demostrado, ni mucho menos, que el lenguaje de las palabras sea el mejor posible.
Antonin Artaud

El Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (MARCO) presenta, desde el 8 de marzo de 2019, la exposición Carlos Amorales. Axiomas para la acción, una revisión de más de dos décadas de la trayectoria de un artista contemporáneo mexicano reconocido internacionalmente, organizada por el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC), en donde se presentó el año pasado, con curaduría y museografía de Cuauhtémoc Medina y el propio Carlos Amorales. A través de 28 obras, el artista comparte con el público, su manera de trabajar con ideas que desembocan en proyectos en los que es evidente su conocimiento de la historia del arte, de la cultura, así como su interés por el lenguaje, la literatura, la música y los avances tecnológicos, produciendo obras conceptuales que proporcionan al espectador signos y símbolos que le permiten llegar a sus propias interpretaciones y conclusiones.

Carlos Amorales, MARCO, 2019. Foto: Margarita Rodríguez

Carlos Amorales (México, 1970) es hijo único de Carlos Aguirre y Rowena Morales, dos de los más importantes artistas mexicanos, su padre es uno de los pioneros del arte conceptual y la instalación en nuestro país, y su madre, una figura importante en el movimiento feminista dentro del arte en México. Ambos siguen produciendo obras artísticas y exponiendo. Carlos Amorales adoptó ese nombre artístico uniendo los apellidos de sus padres, sin embargo legalmente no lo cambió. En los ochenta, sus padres se divorciaron. Platica Amorales que desde niño le gustaba dibujar, sobre todo narrando historias en comics o en guiones gráficos, además siempre le ha gustado la historia y al terminar la escuela preparatoria pensó seguir la carrera de historiador; sin embargo, decidió seguir su vocación artística partiendo al extranjero para buscar mejores oportunidades y para alejarse de la influencia artística de sus padres; no obstante, es evidente que además del talento heredado, tiene algunas influencias del trabajo de su padre. Viajó por Nueva York, Londres y Holanda, país en el que estudió en la Gerrit Rietveld Academie (1996-97) y Rijksakacademie van beeldende kunsten (1992-95) -en la que es tutor desde 2008- y en el que permaneció por casi 15 años, además ha hecho varias residencias en Francia y en Estados Unidos; tiene dos hijos de su matrimonio con la artista mexicana Galia Eibenschutz, de quien se separó en 2015.

Desde muy joven su obra tuvo aceptación en Holanda, sin embargo decidió exponer hasta lograr obras que le dejaran satisfecho. Fue en 1996 cuando empezó a exponer en galerías y adquirió notoriedad gracias a sus obras La máscara de Amorales, 1996, y Amorales vs Amorales, 1997-2003, desde entonces ha participado en numerosas muestras colectivas e individuales tanto en los Países Bajos como en Alemania, México, Colombia, Argentina, Finlandia, Reino Unido, Irlanda, Estados Unidos y Francia, por mencionar algunos. Es interesante mencionar que ha participado en 2 ocasiones en la Bienal de Venecia en las muestras de dos diferentes países: en el pabellón de Holanda en 2003 con la instalación Zapatos Devil, y en 2013 en el pabellón de México con La vida en los pliegues, obra presente en MARCO. Amorales ha comentado que en ambas se sintió extranjero. Asimismo, ha participado en varias Bienales, entre ellas la de Berlín (2001 y 2014), Nueva York (2007), Bélgica (2012), y es el único mexicano que ha expuesto en la Bienal de Shanghái (2017); además su obra forma parte de importantes colecciones privadas y de diversas instituciones.

Carlos Amorales es un artista conceptual multidisciplinario, prolífico, siempre en busca de nuevas maneras de expresar sus proposiciones y cuestionamientos recurrentes relativos al lenguaje, la música, la otredad, los límites entre lo público y lo privado, entre el arte y lo que está fuera de él, las tecnologías tradicionales y contemporáneas, etc. En su trabajo hay influencias de la abstracción, el dadaísmo, de diferentes artistas como Hans Arp, cuya obra lo inspiró para crear su Archivo Líquido; asimismo, se ha interesado por la filosofía, el psicoanálisis y la literatura, sobre todo por autores chilenos, como Nicanor Parra, Alberto Bolaño y Pablo Neruda entre otros. Es autor de numerosos textos y varios libros, ya que considera que la escritura permite expresar más ampliamente lo que las artes visuales en algunas ocasiones pueden limitar y como apasionado del cine, al que considera un medio idóneo para despertar emociones, es autor de varios cortometrajes. Sus obras tienen un marcado aspecto autobiográfico -vivencias, sueños- y un sentido político y social, frecuentemente son ambiguas o presentan dicotomías, y siempre dan al espectador una gran libertad de interpretación. En MARCO, por ejemplo, le da libertad de iniciar el recorrido por tres diferentes ingresos, ya que la muestra, que abarca obras de 1996 a 2018, no requiere un avance cronológico sino esencialmente conceptual. Para esto se cuenta con Axiomas para la acción 1996-2016, una explicación teórica básica para entender el desarrollo de su quehacer artístico y sus cambios. El artista presenta este interesante texto que resume el soporte conceptual de más de dos décadas de trabajo como una interfaz en su sentido de una herramienta de enlace -de manera similar al dispositivo computacional por medio del cual, mediante imágenes fácilmente reconocibles, podemos acceder a diversas funciones digitales-, como sinónimo de máscara en su doble acepción: como concepto o como objeto. Así, comprendemos que lo esencial son las ideas, trabajarlas para darles un sentido y presentarlas como axiomas, es decir propuestas que dan origen al proceso de desarrollo y conclusión de diferentes teorías, divididas en cuatro conjuntos que abordan el concepto de individualidad, anonimato, trabajo en grupo, lo público y lo privado, la manera de llevar la realidad al mundo del arte, y la relación de las obras con el público. En el texto se enlistan las obras de ese periodo con las cuales las instituciones interesadas pueden organizar diferentes exposiciones adaptadas a diversos temas y espacios, enriquecidas por piezas recientes.

En cuanto a la muestra en MARCO, las obras más antiguas son: La máscara de Amorales, 1996, y Amorales vs Amorales, 1997-2003, dos piezas fundamentales en los inicios de su trayectoria, en las que aborda temas como la identidad, el anonimato, la integración del individuo a la multitud, el adentro y afuera, tanto en lo personal como en el mundo del arte y es con estas obras con las que inicia su relación con personas ajenas al mundo del arte, algo frecuente en su producción subsecuente. Con ellas se dio a conocer en Holanda presentando el mundo de la lucha libre mexicana, en un país en el que esta disciplina es casi desconocida, por medio de una máscara que le permitió crear una forma de interfaz a partir de un objeto que, al mismo tiempo, le otorgaba anonimato y protegía su identidad y que eventualmente derivó en Amorales, un personaje-herramienta con vida propia, primero al ser sustituido por otra persona ante la necesidad de ausentarse, como vemos en el certificado legal otorgado por el artista, y posteriormente por varios luchadores profesionales, Los Amorales, que participaron en una función de lucha en la Arena de Tijuana -en la que se enfrentaron y vencieron a Los Infernales– permitiendo al artista multiplicar su identidad, así como documentar y llevar al mundo del arte acciones realizadas fuera del mismo en una serie de videos tanto de esa función de lucha como del entrenamiento de algunas técnicas de la lucha y la confección de la máscara por un antiguo luchador Ray Rosas -nombre también ficticio como el adoptado por el artista- quien platica con Amorales sobre lo que significa ser luchador, adoptar varias identidades y sobre su vida personal. Se presenta también, por primera vez, un video en el que interpreta a un hombre y a una mujer (con una peluca), así como fotografías relacionadas con la preparación del personaje. En este grupo se incluye El Baile del Diablo, 2000-2003, en el que un bailarín con máscara roja sin rostro, invita al público a unírsele. El proyecto con la máscara tuvo una duración de 7 años y terminó con su participación, en 2003, en la 50 Bienal de Venecia.

Carlos Amorales. Axiomas para la Acción

El interés que Carlos Amorales siempre ha mostrado por la música -de diferentes géneros- y los instrumentos que la producen se manifiesta en varias obras de la exposición, siendo Psicofonías, 2008, la primer obra en la que empieza a considerarla una parte importante de sus obras. Consiste en una doble proyección de imágenes virtuales en las que un programa computacional traduce los dibujos que se van deslizando por las pantallas en sonidos, de un piano en la primera pantalla y de una cítara en la segunda. Los dibujos son parte de un conjunto de dibujos vectoriales realizados por el artista durante más de 10 años en base a siluetas negras de imágenes tomadas de fotografías, revistas, libros, internet, etc. que se encuentran en el espacio virtual en lo que ha llamado Archivo Líquido y que ha utilizado como herramienta para realizar animaciones, gráficas, pinturas y esculturas, siendo ésta la primera abstracción de ese lenguaje visual-digital. Otras producciones que remiten a la música son dos obras creadas a partir de los platillos (que producen varios sonidos al chocar uno contra otro o por medio de baquetas) que integran el instrumento de percusión conocido desde la antigüedad y que conocemos sobre todo por las baterías de los grupos musicales: la instalación interactiva Veamos como todo reverbera, 2012, un móvil a la manera de los de Alexander Calder, en la que los visitantes pueden crear sonidos armónicos o caóticos en completa libertad; y Partituras abiertas para címbalos, 2016, una serie de monotipos, grabados en metal sobre papel, con imágenes de diferentes tipos de címbalos, algunos fragmentados. Esta obra con una técnica que data del S.XVII es un ejemplo del interés del artista por combinar técnicas tradicionales con las contemporáneas, lo cual es patente en muchas otras, como es el caso de La vida en los pliegues, 2017, con la cual participó, como ya se mencionó, en el pabellón de México en la 57 Bienal de Venecia y que se presenta por primera vez en México. Sobre esta instalación, Amorales comenta que él ha sentido que ha vivido en los pliegues en diversas etapas de su vida personal, por lo que sintió una afinidad con el título del libro del mismo nombre, calificado como prosa-poética, del poeta, dramaturgo, director escénico y pintor belga -nacionalizado francés- Henri Michaux (1899-1984), gran estudioso de la ciencia y la música, autor de numerosos dibujos minuciosos y obsesivos. Poemas caligráficos ilegibles les nombra el artista.

La vida en los pliegues es una instalación muy importante en la producción de Carlos Amorales en la que se encuentran algunos de los temas y técnicas que la caracterizan: la música, el trabajo en equipo y con artesanos, el cine, la abstracción y la figuración, la otredad, la violencia, la belleza y, de manera destacada, la glosolalia. La integran tres obras: la primera de ellas aborda el lenguaje a través de los poemas escritos en un alfabeto ilegible, el cual podemos deducir con las ocarinas de cerámica que se encuentran en las mesas, ya que cada una de ellas tiene una tipografía y un sonido específico que corresponde a ese lenguaje particular. Las ocarinas, un instrumento de viento prehispánico que aún se encuentra en mercados y tiendas de artesanías en madera, metal, plástico y cerámica -como en la instalación-, en las que su distribución en las mesas recuerda intensamente los dibujos de Michaux. Al decodificar el alfabeto, se puede expresar verbal o musicalmente. La segunda obra son las partituras gráficas en las paredes que se pueden ejecutar en -como dice el artista- el lenguaje ocarínico. La tercera obra se refiere a la imagen en La aldea maldita, 2017, un cortometraje de 13 minutos en los que trabaja con marionetas manejadas por un titiritero, que relata visualmente la travesía de una familia de migrantes que finalmente llegan a un pueblo que desconfía de ellos y termina linchándolos; es una metáfora sobre la otredad, la migración, la censura, la violencia, situación que, en nuestro país ya no asombra y casi la aceptamos como algo cotidiano y que está presente en cualquier parte del mundo, así como sobre el linchamiento ya sea físico o mediático, como sucede con mayor frecuencia actualmente a nivel mundial, y que es también una forma -muy negativa- de integrarse a la masa. No obstante tocar temas tan duros y difíciles, esta obra con sus elementos ambivalentes también nos habla de las posibilidades del lenguaje, de la belleza de la música y las marionetas, y de un instrumento artesanal tan ligado a nuestra cultura ancestral.

Dos obras en las que también utiliza un lenguaje construido, aparentemente sin significado comprensible, son: La fotonovela La lengua de los muertos, 2012, creada con fotos de cadáveres publicadas en los medios y una tipografía abstracta, como si estuvieran dialogando entre ellos en un lenguaje propio que los demás desconocemos, alude a la gran cantidad de homicidios en México por la guerra contra el narcotráfico; y Amsterdam, 2013, una película oscura en una sala con cascajo, con guion del artista y del autor Reinaldo Laddaga, en la que también aparece el lenguaje ininteligible, por lo que es más importante la comunicación entre los actores por medio de expresiones físicas y emocionales.

Las masas, 2017, video en el que se unen performance, poesía y música a través de un concierto de rock en el Cabaret Voltaire, de Zúrich, reflexiona, nuevamente, sobre la relación existencial del individuo frente a la muchedumbre (y tal vez su disolución, pues según Carl Jung: Cuanto mayor es la multitud, más insignificante es la persona), con la adaptación musical de fragmentos de un discurso del poeta, dramaturgo, novelista y director escénico francés, fundador del teatro de la crueldad, antecedente del teatro del absurdo, Antonin Artaud (1896-1948), cuya vasta obra literaria incluye Viaje al país de los Tarahumaras, libro en el que plasmó su experiencia de convivir por varios meses con ellos en 1926. Es interesante mencionar que Artaud utilizó la glosolalia en varios de sus poemas.

En una sala de la exposición se reúnen tres obras que tratan sobre el caos y la armonía, las cuales están ligadas de manera muy personal con la vida del artista en su relación con la Ciudad de México, en donde nació y pasó su infancia y adolescencia hasta su partida a Holanda a los 19 años: Subconscious city, 2008, instalación que recrea una ciudad, con edificios reconocibles, rodeada de tumbas, construida, de forma concéntrica como una telaraña, en madera pintada de negro. Alude a un sueño recurrente de Amorales desde hace muchos años en el que, a pesar de saber que está en esa ciudad que conoce muy bien, se pierde y de hecho sabe que se va a perder. Es una metáfora del inconsciente, un lugar profundo que nunca acabamos de comprender; Vertical Earthquake, 2010, serie con la que recuerda su experiencia en el gran terremoto que devastó la Ciudad de México en 1985, cuando él contaba con 15 años de edad. Refiere que fue un momento muy intenso en su vida, cuando descubrió la solidaridad social y la participación en un grupo de reconstrucción; en este caso se muestra el lado positivo de sumarse a las masas. Esta serie está basada en dibujos de las grietas producidas por el temblor recreados en reglas metálicas que trazan semicírculos en lápiz con su movimiento, mostrando, a través de esas figuras dejadas por una catástrofe, que es posible llevar a la recuperación de un orden y de seguir adelante; y Germinal y El Peor día, 2012, que unen serigrafía y grafito en ejemplares de periódicos con fotografías de los estragos de ese terremoto con textos anarquistas de autores como el ruso Mikhail Bakunin y el español Albert Esplugas Boter, con sus páginas rayadas con líneas a lápiz que al manchar los dedos del lector, lo incluyen. En esta misma sala se presentan algunos dibujos en carboncillo imitando trabajos digitales, uniendo de esa manera lo tradicional con lo contemporáneo. Todas estas obras, como muchas más del artista, cuestionan lo manual, lo virtual y lo que se produce individualmente o en grupo.

Black cloud, 2007 (Carlos Amorales)

Black Cloud, 2007, es sin duda una de las instalaciones más famosas de Carlos Amorales y es también una obra muy emotiva ligada a su vida personal; al visitar a su abuela materna en Torreón imaginó un lugar invadido por mariposas negras y sintió la necesidad de producirlas. En ese tiempo estaba leyendo el libro Austerlitz, de W.G. Sebald, en el que, luego se dio cuenta, se plasma la imagen de una polilla negra. De regreso a su estudio en Ciudad de México trabajó con su equipo durante 8 meses, logrando recrear en papel negro cortado con láser, 300 variedades de mariposas negras con 30 figuras diferentes en 5 tamaños distintos y tres tipos de textura, características que dan la impresión de un patrón natural, no diseñado artificialmente. Esta instalación se presentó por primera vez en Nueva York, formada por 40 mil mariposas, posteriormente ha viajado a Miami, Filadelfia, España y México, adaptándose en cada ocasión al espacio disponible logrando siempre un ambiente abrumador y tal vez opresivo. En MARCO son alrededor de 30 000 mariposas. Derivada de esta instalación creó Black Cloud Aftermath, 2007-2018, la cual presenta en varias vitrinas dibujos que narran cómo la idea de una plaga de mariposas negras materializada por el artista, migró sin su intervención a diferentes rumbos a nivel internacional, entre ellos, el mundo de la moda -de la alta costura a la venta online-, accesorios, decoración de interiores, libretas, ropa íntima y de bebé, apropiación por otros artistas, hasta llegar a ser un tatuaje en el brazo de una joven. Ésta es la primera vez que se muestra esta narración, que indaga los conceptos de autoría, apropiación, piratería y asimismo cómo viaja una idea al ser aceptada por la sociedad, diluyendo el concepto de autoría exclusiva al integrarla como parte de su cultura.

La obra más reciente en la exposición en MARCO, Negative Nature, 2018, consiste en imágenes tomadas de su Archivo líquido, en donde trata las figuras humanas como esténciles proyectados en los muros, acompañados de música estridente y fuertes luces intermitentes que siguen su ritmo, dando la impresión de movimiento de una multitud que igual puede corresponder a un concierto, una manifestación, un ritual, etcétera. De nuevo presenta el concepto de integración a las masas.

En Carlos Amorales. Axiomas para la acción es una muestra polisémica que permite un acercamiento al trabajo de un importante artista contemporáneo mexicano desde sus inicios, hace más de dos décadas, hasta la actualidad. Al recorrerla podemos constatar su capacidad de integrar a su muy particular universo iconográfico diferentes disciplinas, técnicas y materiales a través de la construcción de herramientas-signo y su manera de decodificarlas, así como los cambios y actualizaciones que ha realizado con obras creadas a partir de sólidas bases teóricas llevadas a la práctica con elementos y técnicas tradicionales y contemporáneas. No obstante el hecho de que muchas de sus obras son autorreferenciales y ligadas a México, los temas y su construcción les dan un carácter universal. En lo personal, el artista es muy amable, buen conversador y con gran facilidad para exponer sus ideas y captar el interés del público, en especial de los jóvenes, como se vio en la charla que ofreció para el público el 8 de marzo en el Auditorio del Museo. Actualmente está trabajando en Holanda en un proyecto en el que participarán coros con los que construirá una especie de lenguaje, por lo que viaja frecuentemente entre Holanda y México, además de estar al pendiente de otras muestras que se integrarán a partir de sus Axiomas. MARCO ha preparado diversas actividades en torno a la muestra que permanecerá hasta el 28 de julio de 2019.