“By the numbers

El 13 de diciembre de 2012 llegó a mi estudio un balón de fútbol de parte del Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey. Días antes me habían invitado a participar en una extensión de la exposición de ese momento. Una extensa curaduría de piezas de todo medio y formato alrededor del fútbol titulada “Fútbol. Arte y pasión”. Esta extensión reunía a varios autores locales y partía del uso de ese balón como detonador material y conceptual. Los resultados de cada artista invitado se presentaron en el Lobby del Museo durante febrero de 2013.

La invitación la recibí con mucho entusiasmo. Era una provocación interesante, además de la oportunidad para participar en un proyecto del museo mítico de la ciudad. El proceso creativo, como normalmente me sucede, me acercó a la parte numérica. Esa plétora de estadísticas, efemérides y cuentas históricas que hace que el análisis futbolístico suene más como una ciencia que como un deporte. La resolución de la pieza cayó finalmente en lo siguiente: 1) Utilizar ese balón inmaculado en un partido oficial de fútbol, 2) Videograbar el juego, 3) Registrar en postproducción la secuencia binaria de las veces que uno y otro equipo tocaba el balón, y 4) Cortar con láser el balón en tantas partes como toques se hubieran realizado y presentar esos pedazos repartidos en los correspondientes a cada equipo.

No recuerdo cómo llegué al contacto de Jorge Martínez, quien coordinaba la Liga de Fútbol de San Nicolás en ese tiempo. Le planteé el proyecto por teléfono y correo electrónico. Me sentía un poco torpe en cómo validar la necesidad de que un partido, sin importar los equipos pero que fuera de una liga estructurada, se jugara con un balón específico que parecía no tener nada de especial. Su amabilidad y disponibilidad fueron de mucha ayuda y alivio para la falta de práctica en este tipo de gestiones intergremiales. Me asignó para un partido entre Forza Italia y Pingüinos que se llevaría a cabo en unas canchas en Lomas de Anáhuac el 27 de enero de 2013 por la mañana.

Ese día llegué moderadamente temprano y me presenté con los árbitros. Ellos ya sabían de mí, pero no tenían mayor información sobre el experimento. Mientras les explicaba el proyecto, descubrimos que el balón había estado tanto tiempo en la caja que no tenía el aire suficiente. Nadie ahí tenía una bomba para inflarlo. La pequeña tensión que había por lo frágil y confuso del favor que le estaban realizando a un desconocido se incrementó dramáticamente en ese momento. Subí a mi carro y fui en búsqueda de una ferretería. Quedaba MUY poco tiempo para iniciar el partido y el experimento no funcionaría si el balón no se usaba de principio a fin. La ferretería no apareció muy lejos. Compré una bomba de aire y regresé ipso facto. Árbitros, jugadores, entrenadores y padres de familia estaban en espera para poder arrancar el partido, los últimos tres sin entender mucho por qué. Uno de los árbitros infló el balón y dio inicio al juego. La narrativa del encuentro tenía dos capas. Por un lado, la del partido mismo y el resultado dentro del torneo. Por el otro, la del balón como doble agente. Como sucede normalmente, se cuenta con varias pelotas de repuesto en los juegos, de manera que, si uno se va lejos o sale por el lado opuesto de la cancha, simplemente se toma otro. Los jugadores tenían este impulso constantemente para los saques de manos y de meta. Agradezco mucho a los árbitros, que en todas y cada una de esas ocasiones, pese al notorio descontento y desconcierto de los jugadores, ordenaron que se recuperara “El balón” para poder seguir con el juego. Eso implicaba más vueltas, tiempo, esfuerzo de los árbitros por reafirmar la instrucción y siempre el riesgo de que no se acatara. Tal vez el momento más dramático desde el punto de vista del doble agente, fue un pelotazo, por ahí del segundo tiempo, que salió volando y que pegó EXACTAMENTE en el borde del muro que separaba la cancha de la casa de un vecino. Como si fuera una escena de Match Point, el esférico rebotó verticalmente esperando hasta el último instante para anunciar de qué lado caería. Por el hecho de que la pieza se pudo terminar y exponer, sabemos de qué lado lo hizo. El partido terminó sin mayor turbulencia. El balón fue tocado 932 veces por los jugadores y 11 por los árbitros. Forza Italia ganó con 2 goles contra cero de Pingüinos.”

Ernesto Walker

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