“Nací y crecí en un pueblo del altiplano potosino, rodeado de montañas desnudas y chaparras. Amaba el paisaje de mi tierra y mi rebaño de cabras. Cuando mis padres decidieron emigrar a Monterrey, me escondí en una cueva. No quería ir a una ciudad que decían estaba siempre cubierta por el humo que arrojaban las chimeneas de las fábricas.

Me sacaron del escondite y partimos esa misma tarde en el tren que abordamos en la estación Esperanza.

En la Sultana del Norte me acostumbre a usar la taza de baño, zapatos y bañarme con regadera.

Siempre me ha gustado la fotografía, el cine y la pintura, por eso cuando inauguraron el Museo de Arte Contemporáneo, MARCO, ahí estaba en primera fila, admirando las obras de arte de los maestros latinoamericanos.

El extinto Museo de Monterrey olía a aceite quemado de las máquinas, a levadura fermentada y a pan horneándose, pero MARCO impregnaba sus muros de perfume francés y el olor de las camisas de lino, impregnadas de aromas hindúes. MARCO, pensaba yo, era la puerta de entrada hacía el nuevo siglo de mi querida ciudad. Reunión del arte mundial se ve en sus muros: Sonidos, color y volúmenes.

Desde los 15 años he fotografiado Monterrey, una urbe cambiante, lacerante, clasista, no incluyente. MARCO representa esa madurez de la ciudad a la que aspiramos.

Hoy creo, ha madurado mi trabajo fotográfico, y MARCO ha sido mi guía, mi maestro, igual que muchas generaciones de nuevos artistas que, al igual que a mí, nos ha dado la oportunidad de mostrar nuestro trabajo en sus recintos. Queremos MARCO por siempre.”

Aristeo Jiménez

@aristeojimenez.mty

#StoryTellingMARCO #MUSEODETODOS